Editorial: lo bueno y lo malo
Resumen
Gran parte de la izquierda, incluso la que se autoproclama revolucionaria, abandonó el programa socialista. Aun aquellos que se reivindican marxistas, no defienden la necesidad de la centralización del capital en manos de la clase obrera. Es decir, la tomar del poder y la expropiación de la burguesía. En cambio, plantean, cuando hablan de socialismo, una multiplicidad de formas de producción que, se supone, podrían basarse en una lógica no mercantil, y por lo tanto no capitalista. Apuestan así a la amplitud y la coexistencia de diferentes formas de gestión de la producción: cooperativas, propiedad estatal de empresas, autoemprendimientos. Llegan incluso a defender como socialista la aplicación de impuestos o, peor aun, de subsidios al capital (eso sí, siempre y cuando sea por criterios “estratégicos” y “no mercantiles”). Tremenda (in)definición, les permite, en nombre del socialismo, apoyar las “medidas buenas” de Correa, Evo, Lula (o Roussef), Chávez (o Maduro) e incluso de Cristina. La idea sería que aun cuando se defienda la revolución (aunque vaya uno a saber qué entienden por revolución) hay posibilidad dentro del capitalismo de formas diferentes de distribución del ingreso, que deben ser defendidas.
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